ZENOBIA,
REINA DE PALMIRA
Una
mujer que pudo cambiar la Historia
Septimia
Bathzabbai Zainib, más conocida como Zenobia - (Nace
aproximadamente el 23 de diciembre 245 – 247) Fue reina de Palmira
entre los años 267 d.C. y 272 d.C. De esta reina guerrera se dijo
que era más inteligente que Cleopatra y de igual o superior belleza.
Un poeta la describió como: “Mujer de cabellos oscuros, señora
del desierto sirio”.
Fue
una reina culta que dominaba a la perfección el árabe, arameo,
griego y copto. Fomentó las artes, fue una gran administradora,
política y guerrera. Manejaba el arco con tanta destreza como los
famosos soldados de su ciudad, con frecuencia montaba a caballo y, a
menudo, caminaba con los soldados tres o cuatro millas.
Zenobia
se casó con el rey de Palmira Septimio
Odenato
hacia 258 como su segunda esposa. Ella tenía un hijastro llamado
Hairan, hijo del primer matrimonio de Odenato. Alrededor
de 266 Odenato y Zenobia tuvieron un hijo, Lucius
Iulius Aurelio Septimio Vaballathus Atenodoro,
más conocido con el nombre de Vabalato.
Era el segundo hijo para él, que tenía otro de su primera esposa.
En el 267, el marido de Zenobia y su hijastro fueron asesinados,
cuando Vabalato tenía solo un año de edad, por lo que su madre
sucedió a su esposo y gobernó Palmira. A Zenobia y su hijo le
fueron otorgados los títulos honoríficos de Augusta y Augusto.
La
ciudad oasis de Palmira, estaba situaba a unos 210 kilómetros al
noreste de Damasco, en medio del camino del Mediterráneo, al oeste y
del río Éufrates, al este. Ciudad importante para Roma en dos
campos: el económico y el militar. Palmira era una ciudad claramente
comerciante, como demuestran sus dos divinidades, Arsu y Azizu,
dioses montados sobre un camello y un caballo respectivamente, que
protegían las caravanas que traían riquezas a la ciudad desde el
este y el oeste. Su ejército contaba con arqueros y catafractos, que
eran unidades de caballería pesada en la que tanto el jinete como el
caballo llevaban armadura. Con el tiempo Odenato se nombró a sí
mismo, rey de reyes, probablemente para insultar al rey persa que
solía adoptar este mismo título, Odenato mantenía firme la
frontera oriental del Imperio Romano frente a los sasánidas.
En
el año 267 d.C. Odenato fue asesinado junto a su heredero, Septimio
Herodes. Con su muerte el reino de Palmira pasó a su esposa, que
proclamó emperador a su hijo Vallabato, actuando ella como regente,
pues su hijo tenía algo más de un año. Zenobia, se ganó el
respeto y el apoyo de sus súbditos gracias a sus dotes como
administradora y su amplia cultura. Uno de sus consejeros fue el
filósofo y retórico Casio Longino, que era conocido por ser “una
biblioteca viviente y un museo andante”.
Zenobia
fortificó y embelleció la ciudad de Palmira con una avenida
custodiada por grandes columnas corintias de más de 15 metros de
altura. podían encontrarse cerca de doscientas estatuas en sus
columnas y en las paredes del ágora. Las murallas que rodeaban la
ciudad, según se decía, tenían 21 kilómetros de circunferencia.
En el año 271 mandó erigir un par de estatuas de ella y de su
difunto esposo. La ciudad contaba con una población que superaba los
150.000 habitantes y estaba llena de hermosos templos, monumentos,
jardines y edificios públicos, entre ellos destacaba el Templo de
Bel (Sol).
En
el año 268 d.C. Zenobia subleva al reino de Palmira e intenta crear
su propio imperio, con la intención de dominar a los dos imperios
que le flanqueaban; el Imperio Sasánida y el Imperio Romano. Gracias
a sus campañas militares, creó un imperio que abarcaba toda la Asia
Menor. En el 269 d.C. llegó incluso a dominar Egipto, aprovechando
que en el reino faraónico se había levantado un pretendiente que
disputaba el trono romano. Zenobia junto con su ejército marchó
hacia Egipto y derrotó al rebelde, apoderándose del país. Se
proclamó reina de Egipto y acuñó monedas con su nombre. En ese
momento su reino se extendía desde el Nilo hasta el Éufrates. La
llamaron "señora de Oriente".
De
Zenobia se dice, que cazaba con la pasión de los hispanos. Bebía
frecuentemente con los generales, aunque normalmente era muy sobria;
también bebía con persas y armenios con el fin de mostrarse
superior a ellos. Utilizó vasos de oro con piedras preciosas en los
banquetes, sirviéndose de aquellos que habían pertenecido a
Cleopatra. Tenía la dureza de los tiranos, cuando la necesidad lo
exigía; la clemencia de los buenos príncipes, cuando la indulgencia
lo reclamaba. En materia religiosa fue bastante tolerante aunque se
consideraba adoradora del dios Sol, a quien celebraba en el solsticio
de invierno.
Vivió
con pompa real. Prefería ser venerada según los modos persas y dio
banquetes a la manera en que lo hacían los reyes de esta nación.
Según la costumbre de los emperadores romanos, marchaba a las
asambleas públicas cubierta con un casco y ceñida con una faja de
color púrpura, de cuya orla colgaban piedras preciosas, y que tenía
en medio un brillante de forma de caracol, prendido como un broche de
mujer y con uno de sus brazos desnudo.
El
emperador Aureliano, subido al trono en el año 270 d.C. Tras
estabilizar la frontera del Danubio, mandó algunas de sus fuerzas
hacia Egipto y el grueso de su ejército hacia el este a través de
Asia Menor. Zenobia contaba con un gran ejército, formado por sus
arqueros y catafractos comandado por dos generales. Pero Aureliano
conquistó Egipto y lanzó sus fuerzas hacia Siria. Zenobia fue
derrotada en Emesa (actual Homs), y se retiró a Palmira. Aureliano
sitió la ciudad. Palmira había hecho acopio de víveres y confiaba
en la fuerza de sus excelentes arqueros, esperaba resistir durante
meses, pero gracias a los jefes árabes del desierto, que Zenobia
había desdeñado, Aureliano venció la resistencia de la ciudad.
Zenobia
confiada en conseguir ayuda, se fugó junto a su hijo hacia Persia,
para pedir la ayuda de Chapur, "Rey de reyes" de los
persas, pero los romanos la capturaron en el río Éufrates, en el
momento de embarcarse. Al llegar la noticia a Palmira la ciudad abrió
sus puertas a los romanos, rindiéndose en el año 272 d.C. La ciudad
de Palmira, recibió el perdón, pero unos meses después, ante el
asesinato de la guarnición romana que el emperador había dejado en
la ciudad por parte de sus habitantes, la ciudad fue saqueada y se
derribaron sus murallas. Aunque Aureliano acabó para siempre con
Palmira como potencia no destruyó la ciudad por completo, dejando
que pudiera continuar con su existencia como modesto centro
comercial. Actualmente, de la ciudad que un día rivalizó con las
más imponentes del Imperio Romano, solo quedan ruinas de su glorioso
pasado.
No
se sabe que ocurrió con su hijo Vallabato, el joven rey en cuyo
nombre gobernaba Zenobia. Es posible que muriera en el momento que se
rindió Palmira o quizá, como aseguran otras fuentes, murió cuando
el barco que le transportaba hacia Roma naufragó ante las costas de
Iliria. De Zenobia se dice que era tal su castidad que si no hubiera
tenido el propósito de concebir, ni siquiera hubiera conocido a su
marido. Pues, si en alguna ocasión se acostaba con él, mantenía su
continencia hasta que llegaba la menstruación, por ver si estaba
embarazada, y sólo en caso contrario le daba de nuevo la oportunidad
de tener hijos.
Se
dice que Aureliano la perdonó y le dio una villa campestre cerca de
la famosa villa de Adriano, donde estuvo el resto de su vida. En
efecto, durante el desfile triunfal del año 274 d.C. en Roma,
Zenobia que se jactaba de proceder del linaje de las Cleopatras y
los Ptolomeos, desfiló con su diadema imperial y sus joyas,
arrastrando unas pesadas cadenas de oro y diamantes que dos esclavos
le ayudaban a sostener.
Se
conserva una carta de Aureliano que testimonia el peculiar cautiverio
de esta mujer y cómo algunos de sus generales, le recriminaron que
él, el más valeroso de los hombres, llevase en su triunfo a una
mujer, como si se tratase de un general cualquiera, él envió una
carta al senado y al pueblo romano, defendiéndose en estos términos:
«... se me acusa de no actuar virilmente por llevar a Zenobia en el
paseo triunfal. Aquellos que por esto me reprenden no podrían
alabarme bastante si supieran qué mujer es ésta, si conocieran su
sabiduría en las decisiones, su firmeza en las disposiciones y su
severidad frente a los soldados; cuán generosa es cuando la
necesidad lo requiere, y cuán rígida cuando la disciplina lo exige.
Y no hubiera respetado su vida si no se supiera que ella fue muy útil
al Estado romano, al retener para sí o para sus hijos el poder
imperial en Oriente. Así, pues, que éstos, a los que nada complace,
guarden para sí el veneno de sus propias lenguas...."
Cuando
Aureliano la hizo prisionera, tras ser conducida a su presencia, la
inculpó en estos términos: «¿Por qué, Zenobia, te has atrevido a
desafiar a los emperadores romanos?». Dicen que entonces ella
contestó: «A ti, que has vencido, te reconozco como emperador, a
Galieno, a Aureolo y a los demás príncipes no los consideré tales.
Confiando en que Victoria fuera semejante a mí, deseé, si la
magnitud del territorio lo hubiese permitido, compartir con ella el
poder real».
Así,
fue conducida en un paseo triunfal tan pomposo como ningún otro de
los presenciados por el pueblo romano. Engalanada, en primer lugar,
con unas gemas tan enormes que se fatigaba por el peso de sus
adornos. Pues, según se dice, esta mujer tan valerosa se detenía a
menudo diciendo que no podía soportar el peso de sus joyas. Además,
sus pies estaban atados con cadenas de oro; sus manos, con unas
esposas del mismo metal, y en su cuello no faltaba un grillete,
también de oro, que sostenía delante de ella un bufón persa.
El
perdón de Aureliano se debió más a motivos políticos que a su
caballerosidad. Aureliano, había observado que el sentimiento a
favor de Zenobia recientemente había provocado otra revuelta en
Palmira y en Egipto seguían existiendo simpatías por la reina de
Palmira; así que era más fácil acabar con estas simpatías
convirtiendo a su reina en una matrona romana viva, casada e
instalada cómodamente en su casa cerca de Tívoli que mantenerla en
la memoria como una reina guerrera martirizada en su lucha por la
libertad.
Fiesta de la
Natividad
Zenobia celebraba su propio nacimiento con el natalis invicti
solis, coincidiendo con el solsticio de invierno, el 23 de
diciembre. Los romanos que hasta entonces habían celebrado las
fiestas saturnales durante una semana, en el año 274, Aureliano
instauró la fiesta anual del Sol, el 25 de diciembre La acción fue
de una gran repercusión. Cuando el imperio se hizo cristiano, y dado
que en los libros sagrados no se establece en que época del año
tuvo lugar el nacimiento de Cristo, se transfirió a esa fecha para
que las personas a las que les gustaban las fiestas antiguas,
pudieran convertirse al cristianismo sin abandonar sus festividades,
encontrando más aceptable la nueva religión. Es curioso pensar
que, en última instancia, es a la reina Zenobia a quien se debe
el que la gente celebre la Navidad”.
(R.J.M./11.12.13)
"Zenobia mirando a Palmira" Herbert G. Schmalz (1856-1935)
Fotos Internet
Natividad - Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)