miércoles, 11 de diciembre de 2013

ZENOBIA, REINA DE PALMIRA

                        

                          ZENOBIA, REINA DE PALMIRA

Una mujer que pudo cambiar la Historia


 Septimia Bathzabbai Zainib, más conocida como Zenobia - (Nace aproximadamente el 23 de diciembre 245 – 247) Fue reina de Palmira entre los años 267 d.C. y 272 d.C. De esta reina guerrera se dijo que era más inteligente que Cleopatra y de igual o superior belleza. Un poeta la describió como: “Mujer de cabellos oscuros, señora del desierto sirio”.

   Fue una reina culta que dominaba a la perfección el árabe, arameo, griego y copto. Fomentó las artes, fue una gran administradora, política y guerrera. Manejaba el arco con tanta destreza como los famosos soldados de su ciudad, con frecuencia montaba a caballo y, a menudo, caminaba con los soldados tres o cuatro millas.

   Zenobia se casó con el rey de Palmira Septimio Odenato hacia 258 como su segunda esposa. Ella tenía un hijastro llamado Hairan, hijo del primer matrimonio de Odenato. Alrededor de 266 Odenato y Zenobia tuvieron un hijo, Lucius Iulius Aurelio Septimio Vaballathus Atenodoro, más conocido con el nombre de Vabalato. Era el segundo hijo para él, que tenía otro de su primera esposa. En el 267, el marido de Zenobia y su hijastro fueron asesinados, cuando Vabalato tenía solo un año de edad, por lo que su madre sucedió a su esposo y gobernó Palmira. A Zenobia y su hijo le fueron otorgados los títulos honoríficos de Augusta y Augusto.



   La ciudad oasis de Palmira, estaba situaba a unos 210 kilómetros al noreste de Damasco, en medio del camino del Mediterráneo, al oeste y del río Éufrates, al este. Ciudad importante para Roma en dos campos: el económico y el militar. Palmira era una ciudad claramente comerciante, como demuestran sus dos divinidades, Arsu y Azizu, dioses montados sobre un camello y un caballo respectivamente, que protegían las caravanas que traían riquezas a la ciudad desde el este y el oeste. Su ejército contaba con arqueros y catafractos, que eran unidades de caballería pesada en la que tanto el jinete como el caballo llevaban armadura. Con el tiempo Odenato se nombró a sí mismo, rey de reyes, probablemente para insultar al rey persa que solía adoptar este mismo título, Odenato mantenía firme la frontera oriental del Imperio Romano frente a los sasánidas.

   En el año 267 d.C. Odenato fue asesinado junto a su heredero, Septimio Herodes. Con su muerte el reino de Palmira pasó a su esposa, que proclamó emperador a su hijo Vallabato, actuando ella como regente, pues su hijo tenía algo más de un año. Zenobia, se ganó el respeto y el apoyo de sus súbditos gracias a sus dotes como administradora y su amplia cultura. Uno de sus consejeros fue el filósofo y retórico Casio Longino, que era conocido por ser “una biblioteca viviente y un museo andante”.

   Zenobia fortificó y embelleció la ciudad de Palmira con una avenida custodiada por grandes columnas corintias de más de 15 metros de altura. podían encontrarse cerca de doscientas estatuas en sus columnas y en las paredes del ágora. Las murallas que rodeaban la ciudad, según se decía, tenían 21 kilómetros de circunferencia. En el año 271 mandó erigir un par de estatuas de ella y de su difunto esposo. La ciudad contaba con una población que superaba los 150.000 habitantes y estaba llena de hermosos templos, monumentos, jardines y edificios públicos, entre ellos destacaba el Templo de Bel (Sol).



   En el año 268 d.C. Zenobia subleva al reino de Palmira e intenta crear su propio imperio, con la intención de dominar a los dos imperios que le flanqueaban; el Imperio Sasánida y el Imperio Romano. Gracias a sus campañas militares, creó un imperio que abarcaba toda la Asia Menor. En el 269 d.C. llegó incluso a dominar Egipto, aprovechando que en el reino faraónico se había levantado un pretendiente que disputaba el trono romano. Zenobia junto con su ejército marchó hacia Egipto y derrotó al rebelde, apoderándose del país. Se proclamó reina de Egipto y acuñó monedas con su nombre. En ese momento su reino se extendía desde el Nilo hasta el Éufrates. La llamaron "señora de Oriente".

   De Zenobia se dice, que cazaba con la pasión de los hispanos. Bebía frecuentemente con los generales, aunque normalmente era muy sobria; también bebía con persas y armenios con el fin de mostrarse superior a ellos. Utilizó vasos de oro con piedras preciosas en los banquetes, sirviéndose de aquellos que habían pertenecido a Cleopatra. Tenía la dureza de los tiranos, cuando la necesidad lo exigía; la clemencia de los buenos príncipes, cuando la indulgencia lo reclamaba. En materia religiosa fue bastante tolerante aunque se consideraba adoradora del dios Sol, a quien celebraba en el solsticio de invierno.

   Vivió con pompa real. Prefería ser venerada según los modos persas y dio banquetes a la manera en que lo hacían los reyes de esta nación. Según la costumbre de los emperadores romanos, marchaba a las asambleas públicas cubierta con un casco y ceñida con una faja de color púrpura, de cuya orla colgaban piedras preciosas, y que tenía en medio un brillante de forma de caracol, prendido como un broche de mujer y con uno de sus brazos desnudo.

   El emperador Aureliano, subido al trono en el año 270 d.C. Tras estabilizar la frontera del Danubio, mandó algunas de sus fuerzas hacia Egipto y el grueso de su ejército hacia el este a través de Asia Menor. Zenobia contaba con un gran ejército, formado por sus arqueros y catafractos comandado por dos generales. Pero Aureliano conquistó Egipto y lanzó sus fuerzas hacia Siria. Zenobia fue derrotada en Emesa (actual Homs), y se retiró a Palmira. Aureliano sitió la ciudad. Palmira había hecho acopio de víveres y confiaba en la fuerza de sus excelentes arqueros, esperaba resistir durante meses, pero gracias a los jefes árabes del desierto, que Zenobia había desdeñado, Aureliano venció la resistencia de la ciudad.

   Zenobia confiada en conseguir ayuda, se fugó junto a su hijo hacia Persia, para pedir la ayuda de Chapur, "Rey de reyes" de los persas, pero los romanos la capturaron en el río Éufrates, en el momento de embarcarse. Al llegar la noticia a Palmira la ciudad abrió sus puertas a los romanos, rindiéndose en el año 272 d.C. La ciudad de Palmira, recibió el perdón, pero unos meses después, ante el asesinato de la guarnición romana que el emperador había dejado en la ciudad por parte de sus habitantes, la ciudad fue saqueada y se derribaron sus murallas. Aunque Aureliano acabó para siempre con Palmira como potencia no destruyó la ciudad por completo, dejando que pudiera continuar con su existencia como modesto centro comercial. Actualmente, de la ciudad que un día rivalizó con las más imponentes del Imperio Romano, solo quedan ruinas de su glorioso pasado.



   No se sabe que ocurrió con su hijo Vallabato, el joven rey en cuyo nombre gobernaba Zenobia. Es posible que muriera en el momento que se rindió Palmira o quizá, como aseguran otras fuentes, murió cuando el barco que le transportaba hacia Roma naufragó ante las costas de Iliria. De Zenobia se dice que era tal su castidad que si no hubiera tenido el propósito de concebir, ni siquiera hubiera conocido a su marido. Pues, si en alguna ocasión se acostaba con él, mantenía su continencia hasta que llegaba la menstruación, por ver si estaba embarazada, y sólo en caso contrario le daba de nuevo la oportunidad de tener hijos.

  Se dice que Aureliano la perdonó y le dio una villa campestre cerca de la famosa villa de Adriano, donde estuvo el resto de su vida. En efecto, durante el desfile triunfal del año 274 d.C. en Roma, Zenobia que se jactaba de proceder del linaje de las Cleopatras y los Ptolomeos, desfiló con su diadema imperial y sus joyas, arrastrando unas pesadas cadenas de oro y diamantes que dos esclavos le ayudaban a sostener.

  Se conserva una carta de Aureliano que testimonia el peculiar cautiverio de esta mujer y cómo algunos de sus generales, le recriminaron que él, el más valeroso de los hombres, llevase en su triunfo a una mujer, como si se tratase de un general cualquiera, él envió una carta al senado y al pueblo romano, defendiéndose en estos términos: «... se me acusa de no actuar virilmente por llevar a Zenobia en el paseo triunfal. Aquellos que por esto me reprenden no podrían alabarme bastante si supieran qué mujer es ésta, si conocieran su sabiduría en las decisiones, su firmeza en las disposiciones y su severidad frente a los soldados; cuán generosa es cuando la necesidad lo requiere, y cuán rígida cuando la disciplina lo exige. Y no hubiera respetado su vida si no se supiera que ella fue muy útil al Estado romano, al retener para sí o para sus hijos el poder imperial en Oriente. Así, pues, que éstos, a los que nada complace, guarden para sí el veneno de sus propias lenguas...."

  Cuando Aureliano la hizo prisionera, tras ser conducida a su presencia, la inculpó en estos términos: «¿Por qué, Zenobia, te has atrevido a desafiar a los emperadores romanos?». Dicen que entonces ella contestó: «A ti, que has vencido, te reconozco como emperador, a Galieno, a Aureolo y a los demás príncipes no los consideré tales. Confiando en que Victoria fuera semejante a mí, deseé, si la magnitud del territorio lo hubiese permitido, compartir con ella el poder real».

   Así, fue conducida en un paseo triunfal tan pomposo como ningún otro de los presenciados por el pueblo romano. Engalanada, en primer lugar, con unas gemas tan enormes que se fatigaba por el peso de sus adornos. Pues, según se dice, esta mujer tan valerosa se detenía a menudo diciendo que no podía soportar el peso de sus joyas. Además, sus pies estaban atados con cadenas de oro; sus manos, con unas esposas del mismo metal, y en su cuello no faltaba un grillete, también de oro, que sostenía delante de ella un bufón persa.

  El perdón de Aureliano se debió más a motivos políticos que a su caballerosidad. Aureliano, había observado que el sentimiento a favor de Zenobia recientemente había provocado otra revuelta en Palmira y en Egipto seguían existiendo simpatías por la reina de Palmira; así que era más fácil acabar con estas simpatías convirtiendo a su reina en una matrona romana viva, casada e instalada cómodamente en su casa cerca de Tívoli que mantenerla en la memoria como una reina guerrera martirizada en su lucha por la libertad.




                                   Fiesta de la Natividad

   Zenobia celebraba su propio nacimiento con el natalis invicti solis, coincidiendo con el solsticio de invierno, el 23 de diciembre. Los romanos que hasta entonces habían celebrado las fiestas saturnales durante una semana, en el año 274, Aureliano instauró la fiesta anual del Sol, el 25 de diciembre La acción fue de una gran repercusión. Cuando el imperio se hizo cristiano, y dado que en los libros sagrados no se establece en que época del año tuvo lugar el nacimiento de Cristo, se transfirió a esa fecha para que las personas a las que les gustaban las fiestas antiguas, pudieran convertirse al cristianismo sin abandonar sus festividades, encontrando más aceptable la nueva religión. Es curioso pensar que, en última instancia, es a la reina Zenobia a quien se debe el que la gente celebre la Navidad”.

(R.J.M./11.12.13)


"Zenobia mirando a Palmira"  Herbert G. Schmalz (1856-1935)
Fotos Internet
Natividad - Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)

domingo, 1 de diciembre de 2013

HENRIETTA LEAVITT, ASTRÓNOMA DEL SIGLO XX


Henrietta Swan Leavitt
(1868-1921)

Nació en Lancaster, Massachusetts y se graduó en la la Universidad de Oberlin (1888) y posteriormente en la Universidad de Radcliffe, en 1892. En 1902 se convirtió en miembro permanente del personal del Havard College Observatoy. Pronto destacó por su capacidad y dedicación dirigiendo el departamento de fotometría fotográfica estelar. Pasó mucho tiempo buscando en las placas fotográficas de Harvard estrellas variables en las Nubes de Magallanes. Haciendo uso de un laborioso proceso denominado de superposición, en 1904 descubrió 152 variables en la Nube Mayor de Magallanes y 59 en la Nube Menor. Al siguiente año halló 843 nuevas variables en la Nube Menor de Magallanes.

La historia de Henrietta Leavitt es ciertamente desconocida para el gran público. No figura en muchos libros, ni es conocida a pesar de haber sido una mujer que hizo descubrimientos importantes en un mundo de astrónomos, tradicionalmente «sólo de hombres». Tal y como se cuenta, Leavitt no recibió grandes reconocimientos en su día, ni ninguna medalla, ni premio. Pasó a la historia sin que quedaran tras de ella demasiados documentos sobre su vida, buena parte de la cual sigue siendo un misterio.

En el Observatorio del Harvard College donde comenzó a trabajar para el astrónomo Edward Charles Pickering, muchas mujeres como ella realizaron trabajos de «calculadoras», en parte por vocación, en parte por afición, por lo que ahora equivaldría unos ocho euros la hora. Literalmente, se les pagaba por trabajar, no por pensar.

Las mujeres en Harvard, no podían matricularse en la universidad, mucho menos dedicarse a algo que no fuese ser maestra, costurera, criada o cuidar de su hogar. ¿Por qué contrató Pickering a mujeres? Eran más meticulosas, sistemáticas y habilidosas clasificando estrellas, tenían una mayor concentración y además le salían más baratas (como ahora mismo sucede) Fueron "las computadoras de Harvard".

     La relación periodo-luminosidad

Después de analizar miles de enormes placas fotográficas de las que se usaban a finales del siglo XIX y principios del XX, Henrietta Swan Leavitt se erigió en una de las astrónomas más destacadas del siglo XX, al establecer la relación entre la luminosidad de las cefeidas y el periodo con el que cambian de brillo. Descubrió que cuanto mayor era el brillo, más lentamente oscilaban; las más luminosas tenían periodos que superaban los 50 días, pero las más débiles podían hacerlo en sólo uno o dos días.

Este hallazgo, logrado por Leavitt en 1912, no sólo fue trascendental en el estudio de la naturaleza de las estrellas; también despejó el tortuoso camino hacia la comprensión de las verdaderas escalas cósmicas. Con el patrón establecido de la relación entre el periodo y la luminosidad, los astrónomos dispusieron de uno de los primeros métodos de cálculo efectivos para estudiar la distancia de estrellas lejanas, para las que el método de paralaje era insuficiente. Con éste, el movimiento de la Tierra alrededor del Sol nos permite comprobar el desplazamiento angular de una estrella próxima sobre el fondo del cielo, ya que nuestro planeta se separa unos 300 millones de kilómetros aproximadamente entre un extremo y otro de su órbita. Sin embargo, para los objetos más lejanos el margen es demasiado estrecho.

En la última década de siglo XIX, el Observatorio del Harvard College estableció en Perú una estación austral para fotografiar las constelaciones que no podían estudiarse desde la sede de Cambridge, en Massachusetts. Con el telescopio Bruce, el mismo que usó E. Emerson Barnard para su atlas de la Vía Láctea, se fotografiaron extensas áreas de los cielos australes, en especial las Nubes de Magallanes, cuyos estudios eran prácticamente inexistentes hasta ese momento por la circunstancia de que la mayoría de los astrónomos avanzados vivía en el hemisferio norte.

El Cosmos empezó a "verse". Harlow Shapley dijo en su día, "que le esperaba abundante labor al refractor de Bruce", pero después de la exploración de las Nubes de Magallanes con este instrumento "pasaron muchos años sin que las placas fotográficas nos ofrecieran más datos que los anotados así: «Gran cantidad de cúmulos de estrellas y de nebulosidades gaseosas que confirman las observacions visuales anteriores de Sir John Herschel y otros o también: «La extraordinaria riqueza de estrellas, que no se cuentan por centenares, sino por decenas de miles»". Pero Shapley añadía que "se había estado mirando a las Nubes de Magallanes durante 400 años, pero empezaron a verse a principios del siglo XX". Y ese logro fue obra de Henrietta Swan Leavitt, quien "sentada ante una mesa de trabajo en Cambridge estudiaba con su lente una confusa aglomeración de puntos negros sobre la placa de vidrio".

Durante toda su vida, el título profesional de Leavitt fue simplemente el de «ayudante» (assistant) y ella misma nunca pidió que la llamaran de otra forma. Padeció sordera al poco de comenzar su trabajo en el observatorio, que se acentuaría con los años, de modo que el silencio la acompañaría el resto de su vida. Murió de cáncer en 1921, a los 53 años. Tal y como cuenta Lightman, poco antes había dejado un testamento legando todos sus bienes y posesiones a su madre, en total no llegaban a los 345 dólares.

En 1925, cuatro años después de su muerte, el matemático sueco Gösta Mittang-Leffler escribió una carta a Henrietta Leavitt. Su intención era proponerla para ser nominada al Premio Nobel por sus trabajos sobre las estrellas variables y los cálculos de las distancias estelares. Sin embargo, y puesto que los premios Nobel no pueden ser entregados a título póstumo, nunca llegó a ser nominada.

Hoy en día, a modo de homenaje, el asteroide (5383) Leavitt y el Cráter Leavitt en la Luna deben su nombre a Henrietta Swan Leavitt, la gran astrónoma y «calculadora» americana.